El proyecto se enfrenta al reto de construir en pendiente, de crear un espacio público de calidad compartido por todos. Acertar en la escala, dialogar en lo posible con las edificaciones existentes, sin complejos, estar a la altura y hacer accesible la ladera como naturaleza sanadora, como camino.

Nuestro edificio se configura como buffer entre la ladera como “naturaleza” y el artificio del plano horizontal. Se trata de darle forma a un talud, de transformarlo en arquitectura.

El acceso al nuevo edificio se produce enfrentado al existente, ayudando a construir entre ambos una calle, transformando una mera acumulación de edificios en un pequeña escena urbana, y a sus moradores en ciudadanos.

El talud habitado, transparente, muestra y acoge las funciones más públicas del edificio. Acceso y vestíbulo en su parte inferior. Sala de usos múltiples y cafetería en la superior, donde los usuarios disfrutan de dos orientaciones, norte y sur, a la ladera y a la calle. Un lugar de una atmosfera y proporciones propias de un equipamiento. Bajar a la cafetería será “salir de casa”.

Sobre el talud un prisma ensimismado, articulado en torno a dos patios, acoge las habitaciones y el resto del programa. La posición de los patios y terrazas y la disposición de las habitaciones en pequeños grupos propician recorridos circulares, como sucesión de lugares y acontecimientos, permitiendo al anciano orientarse reconociendo el lugar que habita. Un pequeño barrio donde siempre dos itinerarios son posibles, la sorpresa, el encuentro con el otro, mirar sin ser visto, ser grupo, pareja, individuo, ciudadano. Anciano ciudadano.

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Terrazas de invierno, terrazas de verano, patios, ventilaciones cruzadas, iluminaciones a orientaciones diversas, condiciones tan variadas que se nos antojan en el transcurso del día, de las estaciones, un acontecimiento en si mismo, lejos de cualquier monotonía.

La escala, la atmósfera de este prisma será claramente doméstica en oposición a la del talud habitado. Las proporciones, los huecos en fachada, serán parte de la memoria de cierta cotidianeidad ya vivida.

Se tienen en cuenta los criterios de eficiencia y sostenibilidad. El diseño favorece la posibilidad de ventilación cruzada en los meses más calurosos y de captación solar en invierno, lo que reduce el consumo energético global.

Las cubiertas verdes con bajos valores de transmitancia térmica permiten un mejor aislamiento térmico del edificio. Funcionando como depósito de agua para almacenamiento y aprovechamiento de la lluvia, que también mejora el aislamiento térmico.