Al fondo de la cuenca del Oza, abrazando al río en ambos márgenes, encañonando la vista hacia el pronunciado valle, nos encontramos con San Clemente de Valdueza.

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Otro lugar que agrada la vista, pero que como muchos de los que lo rodean son acusados del creciente abandono y deterioro del rural. Llenos de arquitectura tradicional a la espera de recuperarse, de potenciarse, de valorarse.

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Un origen ligado al monasterio que siglos atrás dominaba la comarca, un entorno definido por San Valerio en el s.VII: "Es un lugar parecido al Edén y tan apto como él para el recogimiento, la soledad y el recreo de los sentidos".

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Y como no podía ser de otra forma, nuevamente esconde tesoros, historia,... en este caso en el lugar donde se ubica el actual cementerio nos encontramos con los restos de la primitiva iglesia, de la que apenas asoman los muros y enterrada en su práctica totalidad una ventana abocinada con arco de herradura. Restos de una época prerrománica y quien sabe si bañada con la arquitectura mozárabe que valle arriba muestra su máximo esplendor.

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Tres casas, pegadas, formando una única manzana, prácticamente cuadrada, bajo una única cubierta, abrazadas por un corredor en tres de sus 4 fachadas, escalonadas por la pendiente pero que permiten entender el conjunto como una única unidad.

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Y en eso consiste el proyecto, en una intervención mínima, en intervenir lo justo y necesario para que los 3 pequeños volúmenes se enlacen.

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Una intervención compleja, donde ninguna de las cotas de las distintas edificaciones coincide, donde el espacio es reducido, y donde buscar la luz es fundamental.

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Será nuevamente una sucesión de pequeños espacios, que buscarán la luz y la espacialidad mediante visiones cruzadas, dobles alturas que desahogan las plantas bajas y nuevamente un tetris tridimensional en el que encajar el programa. Un programa polivalente, capaz de permutar en el tiempo, donde la arquitectura es la encargada de conseguirlo.

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Exteriormente el trabajo consiste en reparar, recuperar y reciclar, el resto se cuenta solo, la potencia de la edificación tradicional existente no necesita adornos ni alardes, necesita seguir representando al entorno que la rodea.

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Un lugar para el recreo de los sentidos.