El atún es el protagonista de nuestro proyecto, o más bien lo es la técnica ejecutada para capturarlo, la almadraba, utilizada desde tiempos prerromanos.

La parcela se encuentra flanqueada por dos grandes piezas monumentales, el Castillo de Guzmán el Bueno y el Castillo de Santa Catalina, encañonando la vista hacia el Sur. Se establece una conexión entre ellos mediante la generación de una serie de plazas elevadas que formarán una continuidad con la alameda existente, ampliando así la zona de esparcimiento de la ciudad. Estas plazas, y debido al salto de cota existente entre la ciudad y el puerto, permiten generar debajo el centro de información.

Se trabaja el entorno para conseguir la coexistencia de dos niveles, el de la ciudad y el del puerto. El proyecto se genera con los castillos siempre presentes y dotándolos de la importancia que merecen. Se distinguen dos circulaciones, una superior, a través de la sucesión de plazas, y una inferior, producto del desdoblamiento de la primera. Es ésta la que nos conduce hacia el espacio bajo la plaza.

Un espacio que contrasta con el resto, un color rojo que invade toda la abertura, captando la atención. Un interior diseñado para transmitir sensaciones, para entender cómo un atún es capturado. Un recorrido libre en ciertos puntos, que permite jugar y modificar el espacio, descubrir las distintas zonas. Zonas permeables como son las líneas de cuerdas que cuelgan del techo y zigzaguean por todo el espacio y contrastan con los muros de ladrillo, algunos de ellos inclinados, sobre los que resbala la luz procedente de la plaza y hacia los cuales el suelo se eleva antes de tocar con ellos, búsqueda de movimiento, de la sensación de nadar encima de una red, con total libertad pero coartado al mismo tiempo. Entre estos espacios discurre el centro de información, con potencia, con vibración.

Al mismo tiempo comparten espacio una pequeña sala para oficinas y espacios de trabajos en grupo, pero totalmente polivalente y adaptable a distintos usos. Si continuamos hacia el final nos encontramos con un acceso regulado al puerto, que desemboca en una pequeña plaza dentro del mismo, y desde la cual se puede acceder a los pantalanes fácilmente.

El color del atún, monocromático por fuera e intenso por dentro, queda representado en el proyecto, es en las aberturas de la pieza donde se manifiesta el rojo del ladrillo. En la fachada la sucesión de planos verticales actúa ordenando la vista en el interior, como si de una columna vertebral y espinas se tratase.

Todo gira en torno a un mismo protagonista, sobre el que trata el proyecto, el atún y la almadraba.